miércoles, 8 de febrero de 2012

EL HOMBRE SENTADO

       
      No había podido pegar ojo en toda la noche. Todo el tiempo estuve pensando en ella, imaginándola en brazos de otro hombre. Creo que todo empezó recordándola en mis sueños pero hoy su ausencia es tan cruel que ya no me deja ni soñar. Solo tengo que pisar la calle para recordarla, en cada esquina compartida, en cada semáforo con beso incluido, en cada banco del parque. Ella está en cada rincón de esta ciudad y a la vez, demasiado lejos de aquí.

         Después de cruzar la madrugada en vela, decidí bajar a la calle para desayunar en una taberna irlandesa que acaban de inaugurar justo al lado de mi casa. Tras el café, para despejarme, salí a dar un paseo tan largo que la tarde se abalanzó sobre mí sin llegar a darme cuenta. Era una de esas tardes grises de diciembre en las que anochece tan pronto que toda la ciudad parece mimetizarse contigo en una actitud osadamente camaleónica. Mis pasos, más o menos certeros, me llevaron hasta un lugar conocido como Plaza de la Torre Nueva donde se eleva la iglesia de San Felipe y a su lado, un monumento a una torre hoy ya inexistente. En su lugar se colocó la figura de un hombre sentado en el suelo, que admira el hueco donde debía estar la torre. Esta figura sedente siempre me ha recordado a mí mismo porque lo único que hace es soñar y admirar el pasado, lo que ya no puede tener. Cuando hoy, de nuevo, me he encontrado en esta plaza he podido comprobar que un viejo camión de reparto se interponía entre el hombre sentado y su objetivo imaginario. Después de esta imagen tan desalentadora fui a cenar algo en uno de esos maravillosos establecimientos de la cercana calle Méndez Núñez. Al terminar, volví a la plaza para comprobar que, efectivamente, el camión seguía ahí pero el hombre sentado había desaparecido. Así de triste es esta ciudad al anochecer, pues hasta una estatua puede dejar atrás el pasado, antes que un hombre. Así de triste es esta ciudad de la que, sin embargo, estoy enamorado pues sé que mis pasos, más o menos desafortunados, caminarán eternamente sus grises calles de trémulos recuerdos.

©Marcos Callau

6 comentarios:

  1. Bonita historia. De niño pensaba que por la noche las estatuas abandonaban sus pedestales y se iban a sus casas. Ah, quería que supieras que ahora que he estrenado piso tu libro "Jazzmen" es de los primeros que me he traído a mi nueva casa. Abrazos. Borgo.

    ResponderEliminar
  2. ¡Precioso lo que has escrito, Marcos! No sabía que "Jazzmen" fuera también un libro. Me gustaría leerlo. ¿Donde puedo encontrarlo?
    Felicidades por este blog y por el de Frank Sinatra que también me encanta.
    Un saludo

    ResponderEliminar
  3. Hola Selegna, gracias por tus palabras. Puedes conseguir Jazzmen escribiendop un correo electrónico a la dirección de la editorial: cartoneritabonita@hotmail.com

    Te lo enviarán sin problema. Felicidades también por tu blog que acabo de visitar.

    ResponderEliminar
  4. Muchas gracias, Marcos, por la dirección y por el detalle de incluirte en los seguidores de mi blog.
    Hasta la próxima. Saludos.

    ResponderEliminar