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Imagen extraída de mi-web |
Trece de abril, el silencio al final se rompió en un frío mensaje con el que pretendía terminar una gran historia. Yo decidí hacer la despedida más cálida, así que la llamé. Descolgaron el teléfono pero me llevé una sorpresa al ver que ya no era ella la que hablaba. Un ventrílocuo dirigía desde la sombra a una muñeca que solo movía los labios. Fue amargo escucharle decir cosas que nunca sintió al amor de una y mil vidas. Fue triste acabar una historia teniendo que decir adiós a una marioneta de trapo con el alma robada.
© Marcos Callau
Este microrrelato fue publicado previamente en la red, en La Biblioteca de Alexandría y en La Biblioteca de Babel.
Y supongo que fue escrito en alguna noche de esas en las que solo escuchaba al inolvidable Enrique Urquijo y canciones como esta:
Es magia, el decir tanto, el transmitir tanto sentimiento en un micro es pura magia.
ResponderEliminarMe entristecen las personas tan volubles que son incapaces de ser ellos mismos en todo momento.
Abrazos, poeta.
Sí, es triste encontrar marionetas de trapo. Y más triste es sentirse como tal. Gracias, amigo poeta, por tus palabras. Abrazos.
ResponderEliminarEs tan devastador...
ResponderEliminarY por desgracia muchas veces tan real.
Saludos.
Gracias Toro Salvaje y bienvenido por este rincón dedicado a "Jazzmen" Abrazos.
EliminarMe ha gustado esa forma de escuchar a un otro que es falso y al que nunca llegaste de verdad!
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